Hace algunos días vi la aclamada película “No” de Pablo Larraín, fui sin ninguna expectativa y debo decir que me sorprendió de sobremanera. Es una cinta interesante, con un ritmo divertido y que toca varios tópicos atractivos para partidarios u opositores de la opción no en el plebiscito de 1988.
Como lo dije, en aspectos que podríamos denominar estéticos o fílmicos, la película funciona bien, tiene un guion bien estructurado, con actores de categoría (incluso se consiguieron a Gael García Bernal para darle un plus internacional) y una puesta en escena inteligente para intentar dar la veracidad de que más que una cinta, es una película documental sobre la épica campaña creativa para derrocar al dictador Pinochet.
Pero más allá de la cinta, después de salir de la sala de cine, uno puede realizar diversas preguntas, en torno a lo que fue el plebiscito, que fue (o es dependiendo del punto de vista teórico) la transición o que es lo que denominamos democracia. Existen muchas miradas frente a estos conceptos, cosas que nos contaron, que vivimos, que leímos, que observamos en una pantalla de televisión o de cine, como en esta ocasión. Primeramente, es interesante observar cómo construyen la campaña del NO. Intentan tomarla desde varios puntos de vistas, pero el publicista interpretado por García Bernal la coge desde el marketing, habla de un “producto”. La democracia no es un concepto, un ideal, es una mercancía que se ofrece a una sociedad chilena que ya estaba ingresando en las pautas del consumismo exacerbado. En el transcurso algunas personas critican esta mirada, “es un comercial de Coca-Cola”, replica algún político de la concertación, pero como movida publicitaria es muy inteligente, la democracia equiparada a un producto, añadiéndole conceptos estratégicos para venderla y promover un tipo de ciudadano (o consumidor), alegre, sin miedos con el pasado, con mirada al futuro, exitoso, etc…Frente a la campaña del SI que se realizó bajo parámetros cercanos a la “propaganda” política (solo faltaron desfiles de militares levantando el brazo derecho), la campaña del NO corrió sola, fue un éxito porque supo trabajar desde un lenguaje que las personas ya estaban internalizando, desde el mercado, desde la misma trinchera económica creada o impuesta por el régimen militar.
Otra parte interesante de la cinta es aquella cuando todos están discutiendo sobre la campaña y el personaje interpretado por Alejandro Goic comienza a hablar sobre la tortura, los detenidos desaparecidos, sobre el dolor de la dictadura. Los cabecillas de la campaña lo mandaron literalmente a la mierda, porque eso “no vende”, y es entendible, mostrar y ser majaderos con el dolor, dando la apariencia que la oposición de aquellos años eran los pobrecitos hubiera sido un tremendo error de “marketing”. Pero el asunto va a más allá, está bien que durante la campaña publicitaria del plebiscito no se tratara de forma explícita aquellos temas ¿pero después qué? ¿Qué pasó durante la transición con el tema de los derechos humanos, con la memoria?
La transición (y la democracia) se transformó en esa campaña, en una felicidad de comercial televisivo, en donde el dolor de los torturados y la pena por los desaparecidos no tuvo cabida. El plebiscito solo cambió al patrón cuando ya no era necesario, ya se había asesinado a la resistencia e impuesto a sangre un sistema socioeconómico que aumentó la desigualdad, pero al mismo tiempo promovió un ideal de que todos podían ser exitosos. La transición fue un pacto entre las elites, una democracia tutelada por el ojo de los uniformados, donde la ciudadanía no tuvo participación alguna, solo cada cuatro años cuando en un papelito deben marcar una alternativa para legitimar el sistema político. La alegría vino, pero solo para un sector de la población, para el quintil como mayores ingresos, para los que diseñaron la campaña, los políticos de la concertación, los empresarios que se hicieron ricos con la privatización de empresas estatales, etc… La gracia de la película “NO” es ésta, nos hace pensar sobre el plebiscito, la transición y la democracia, que país hemos construido y sobre todo, que país queremos construir.
Tengo que confesar que me daba pereza ponerme a ver 'No' de Pablo Larraín. Ya sabéis, Pinochet, la dictadura, con todo respeto, como que ya me lo sabía todo. Al estilo de las pelis españolas de la guerra civil. Ha sido una grata sorpresa. Entretenida, al estilo de 'Argo', con un 'look' extraordinario de esos años 80 y unos créditos magníficos. Más que recomendable. Un saludo!!!!
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