28 de septiembre de 2012

Padre Pierre Dubois y la iglesia que fue



      Hablar del padre Pierre Dubois es hablar de un modelo de iglesia que va en bajada. Un sacerdote francés que llego a Chile  mediado de los años sesenta para asesorar la acción católica, un cura popular que hizo su vida en una de las poblaciones más emblemáticas como lo es La Victoria.  

        Este sacerdote representa aquella iglesia del concilio vaticano II, la de la opción por los pobres, de los curas obreros y religiosas populares. Aquella iglesia que estaba con los pies en el barro, defendiendo a los pobladores los abusos de la dictadura y comprometida con los derechos humanos. De vivir sencillo sin grandes lujos, insertos en tomas y poblaciones y viviendo con los más humildes, haciendo iglesia donde otros no querían siquiera mirar. Su hermano y amigo Andrés Jarlan, fue asesinado por una bala “perdida” que fue la causante de la muerte del sacerdote, convirtiéndose en un mártir de la iglesia popular, del pueblo y de la población la Victoria.

        Pero esa iglesia estaba inserta en un tiempo en cual existían ideales, solidaridad entre las personas y una cierta conciencia de pueblo o sentido de pertenencia al lugar donde se vivía. Una sociedad también polarizada por la guerra fría y la división entre americanos y soviéticos, la iglesia no escapó a ese fenómeno, existiendo persecución a los teólogos de la liberación y sacerdotes con una tendencia de izquierdas, mientras se avalaba a los movimientos ultra conservadores como Legionarios de Cristo u Opus dei. La iglesia chilena por medio del cardenal Silva Henríquez, mantuvo su compromiso social y con los derechos humanos, a pesar de las presiones desde el vaticano y de sacerdotes ultra conservadores al interior del país.

        Pero con el fin de la dictadura pareciera que aquella épica con la que se trabajaba se esfumó, como si el único fin era derrotar al dictador. Gran parte de la iglesia de la transición realizó un giro hacia el interior, se encerró en lo sacramental, en una sociedad neoliberal no era bien visto ser sacerdote obrero o tener una opción por los pobres, aquellos ideales era de los sesenta y había que actualizarse. El neoconservadurismo se fue abriendo camino en los seminarios, formando sacerdotes cuyo trabajo principal era el pastoral, la entrega de sacramentos y el acompañamiento espiritual. Lo social de la iglesia era entregar comida y alimentos solamente, pero no trabajar a la par con las personas, no tener un proyecto de iglesia en conjunto, como decía el padre Agustín Cabré “los pobres vienen a recibir ayuda con nosotros, pero a la hora de los espiritual se van con los evangélicos”.

        La iglesia se aburguesó, se encerró en sus templos y dejó de ser comunidad. Es un grupo de personas que alaba al mismo dios y al momento de la paz se dan la mano, pero no existe iglesia en su sentido primario. Los pobres están para dar caridad, como una nueva forma de pagar indulgencias, pero no se sienten parte de ella. La iglesia popular y las representaciones y manifestaciones que vienen del bajo pueblo no son vistas con buenos ojos. Los teólogos y expertos en “dios” ven reticencia aquellas paganas expresiones de religiosidad, prefiriendo las impersonales y recatadas misas realizadas en templos de mármol del barrio alto. Pero el ejemplo del padre Pierre estará presente en su población, en su pueblo, en aquellos creyentes o no que fueron testigos de su consecuencia y amor por el prójimo. Es difícil mantener una iglesia popular, sobre todo en una sociedad de consumo y desintegrada. Pero mientras existan comunidades cristianas de base, grupos de voluntariado, religiosas trabajando en poblaciones, sacerdotes y seminaristas apoyando a los estudiantes, mientras existan cristianos como Cristo, el padre Pierre vivirá en aquellas acciones.


Buen viaje

25 de septiembre de 2012

Los peores jingles de campañas políticas

El viernes 28 del presente mes se da inicio el período de propaganda electoral, con motivo de las elecciones de alcaldes y concejales para cada comuna. Pero todos sabemos que con anterioridad el circo comienza a funcionar, apareciendo como callampas después de la lluvia un sinfín de murallas pintadas con apellidos, gigantografías de candidatos con algún personaje político importante o simplemente una paloma o cartel con un eslogan archi repetido como “estoy contigo”, “soy el cambio”, “compromiso con la comuna”. 

Pero no todo es propaganda callejera, ya que en el tiempo de la internerssss y de las redes sociales, han proliferado una serie de campañas tecnológicas, como videos y jingles, de diversa calidad y dudoso trabajo profesional. Entendemos que no todos los participantes de los balotajes poseen recursos o ayudas de algún partido político, por lo que tienen que ingeniárselas diciéndole al cabro que trabaja en el cyber café que le saque una foto y le escriba un eslogan en comic sans. 

Es por esto que los jingles no son las mejores canciones elaboradas del mundo, generalmente son canciones conocidas y pegajosas que, tocadas en un sintetizados de 32 bits, se le añaden letras a la fuerza ensalzando las cualidades y virtudes del candidato a concejal o alcalde. Casi nunca los jingles políticos son bueno, porque son políticos, pero acá están los considerados peores. (no va en un orden alguno, todos son considerados igual de pencas)


Como sabemos, no pueden asemejarse fielmente a la canción original por derechos de autor (Ricardo Jeldes lo sabe mejor que nosotros) por lo que deben cambiar algunas cosas. En este jingle suena un reggaeton flayte donde se escucha "soy igual que tú" con voces como ratoncitos de 31 minutos. No solo el jingle es mal hecho, ese paint de afiche nose si es igual o peor.



El tema del momento y que nos hinchó las pelotas todas las vacaciones, el mossa mossa, acá es tomado por don Juan Soto y lo transforma en un jingle que no suena de tan mala calidad, pero se denigra aún mas con aquel afiche del candidato con google de fondo, CON GOOGLE, y apuntando "voy a tener suerte". Si Larry Page y Sergey Brin quisieran denunciar al candidato, lo harían cagar.




Primero, la foto no es la mejor, ya que aparece con cara de pavo. Luego, el vídeo hecho con movie maker y la canción tipo technoranchera no favorece para nada su campaña.


"Tiene simpatía y buena apariencia" es la forma de venderse este futuro alcalde. Con una canción muy, pero muy similar a la de Américo,  el cantante presenta a este candidato como un compadre 100% en terreno y que tiene a San Ramón en el corazón. Aparece en el video el número de teléfono del compadre que hace los jingles "para todo Chile"




Han hecho jingles con cumbia, con rancheras, con reggaeton...pero con ¿¡¡Pluma gayyyyy!!? No se que hay en la cabeza de un candidato el hacer un jingle con una música así, es incomprensible. Imposible no reirse. 


Bonus track....Peraaalta!!


7 de septiembre de 2012

Elefante Blanco y los pobres invisibles

Recuerdo que por la universidad tuvimos que hacer un trabajo en terreno en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. La primera vez que me bajé de la micro, me impresionó una gran construcción abandonada en medio de muchas casas muy humildes. Una persona del lugar nos contó que ese era el hospital Ochagavía, un centro médico que se construyó en un sector popular y pretendía ser el hospital más grande de Latinoamérica, cosa que quedó inconclusa con el golpe militar. A esa construcción le decían el “elefante blanco”.

Al ver la película Elefante blanco de Pablo Trapero se me vino a la mente esa construcción, un gran hospital que pretendía asentarse en un sector popular, pero que con el paso del tiempo queda abandonado por los distintos gobiernos. La diferencia es que en la cinta esta gran construcción se encuentra habitada ilegalmente por muchas personas, incluyendo los sacerdotes que realizan una labor social en la villa. 

Y es que Elefante blanco es una historia desgarradora y transversal para toda Latinoamérica, nos habla desde aquellas grandes obras inconclusas, desde aquellos edificios que están abandonados en medio de la miseria, que se vuelven invisibles con el tiempo. Es la metáfora de los pobres, excluidos de las grandes ciudades a las periferias, a las villas miserias, campamentos, poblaciones callampas, a las favelas. La pobreza en nuestro continente se convirtió en un elefante blanco, tanto tiempo ha estado frente a nuestras narices que se vuelve transparente, se difumina frente a un horizonte desarrollado, como ese gran edificio que se observa imponente al lado de las casitas y calles de tierra, pero en las panorámicas se vuelve invisible al lado de las carreteras y construcciones modernas. 

Los pobres como estos edificios, son un gran dolor de cabeza para las grandes instituciones, para el estado en particular. Cada uno se tira la pelota y trata de dar alguna solución, pero saben que en el fondo seguirá ahí, mientras no sea demolida y destruida desde sus cimientos estará presente en cada gobierno de turno. El trabajo de la comunidad religiosa es tratar de humanizarla, de darle vida a este edificio (y a la villa de forma particular), pero es un ambiente complejo, saben que no pueden inmiscuirse en todos los aspectos, que la droga es más poderosa que la biblia y que mueve más dinero que la canasta de las ofrendas. Esta cinta es una alegoría a la pobreza dura, a esa que duele, no aquella que se muestra en las noticias o en galerías de arte, donde niños con el rostro sucio son retratados en fotografías en blanco y negro. Acá se muestra lo peor de la pobreza, la muerte, los conflictos, las drogas duras, las balaceras en plena calle, los niños sin esperanza. 

Elefante blanco es una gran película, que también funciona como una especie de homenaje a aquella iglesia comprometida con los pobres que es difícil de ver en la actualidad (por lo menos en mi país), aquellos sacerdotes y misioneros que viven en la pobreza y tratan de hacer iglesia donde la curia no llega. Esta cinta nos hace reflexionar sobre muchas cosas, y aunque algunos críticos plantean que los conflictos sociales se hilvanan de mejor forma que los personales (cosa con la que concuerdo), es una gran película que debe ser vista por todos aquellos que tenemos un compromiso social, ya sea desde la religiosidad, la política o la educación.