6 de julio de 2012

Neoliberalismo y la transformación en la vida de barrio

No es necesario ser un gran intelectual para denotar los cambios arquitectónicos y culturales que han desarrollado las diversas ciudades y comunas de nuestro país. Cada uno podría realizar el ejercicio de rememorar los recuerdos de infancia y enumerar los principales cambios que se visualizan en los propios barrios; de aquellos años en que se jugaba a la pelota en la calle de tierra se pasa a la carencia de infantes en las calles pavimentadas de algunas villas, el negocio de la esquina en que se compraba pan se suplanta por el supermercado y el mall, y las festividades principales en que los vecinos se reunían a celebrar se pasa por el encierro y el individualismo extremo de una buena parte de los habitantes nacionales. 

Estos cambios y muchos otros que son igual de importantes y significativos en la vida de barrio, se explican a través del paulatino cambio en el régimen económico del país, que tiene su génesis en la implantación de la ideología neoliberal por parte de la dictadura militar, a mediados de los años setenta. Cabe destacar que éste pensamiento económico ejerció (y ejerce) una importante influencia en la junta militar, que empleó sus preceptos en diversos ámbitos como el educacional, el cultural, el de salud, el laboral y como se anunciaba anteriormente, el ámbito urbano.

 El pensamiento neoliberal nace como una acentuación de la doctrina monetarista, además de presentarse como una crítica al Estado Keynesiano de desarrollo industrial, que imperaba en los años anteriores a la década de los setenta. Los teóricos de la escuela de Chicago (principal escuela de desarrollo del neoliberalismo) sostenían que “el estado Keynesiano no representa una fuente especial y autónoma de bienestar que haga de los ingresos y los servicios unos derechos ciudadanos, sino que depende en sí mismo sumamente de la prosperidad del mantenimiento del crecimiento económico” (Valencia 2007:15). Así es como la crisis del Estado planificador permite la implantación de un nuevo modelo económico que sería implementado en prácticamente todo el occidente. La base medular en que se sustenta este pensamiento económico es un capitalismo flexible y desregulado, en donde el rol del Estado sea sólo el de control social, dando paso a la libre circulación del capital y la privatización de empresas estatales y servicios básicos. 

Los ideólogos del libre mercado comenzaron a realizar los cambios respectivos para efectuar una limpieza a un Estado impregnado de socialismo y planificación. Si en el Estado desarrollista era de gran importancia la planificación urbana, estableciendo limites urbanos tanto a las constructoras estatales y privadas, el Estado neoliberal se desliga de toda planificación urbana, considerando ésta forma de operar como una contradicción para con el actuar “natural” del desarrollo de la ciudad, dando un énfasis socio-biológico a la expansión urbana, un organismo que crece de forma espontánea y a la cual no se le debe poner límite alguno. Es así como ésta desregulación conllevo a que en 1979, la Política Nacional de Desarrollo Urbano promulgara “el fin del límite urbano, propugnado por la vieja planeación y declaraba al suelo urbano como bien no escaso. De este modo se incentiva la incorporación ‘espontánea’ de suelos agrícolas a suelo urbano” (Valencia 2006: 8). El Estado como actor principal en la planificación urbana, pasó a ser un mero espectador entre los agentes privados, tanto sujetos como entidades.

De esta manera, con un Estado jibarizado en materia de intervención urbana, el rol protagónico en referencia al desarrollo de la ciudad lo tendrían el sector privado, principalmente las corporaciones pertenecientes al sector inmobiliario. Es así como la privatización del espacio urbano produce una nueva geografía de la ciudad, donde destacan elementos tales como “la coexistencia de varios Santiagos autónomos y aparentemente desarticulados, por lo menos a nivel de imaginarios. Un segundo elemento es que el proceso de modernización económica no ha contribuido a disminuir ni resolver el problema de la segregación y el encasillamiento espacial de los estratos sociales. Otro elemento es la fortificación de las zonas de contacto y de paso entre los sectores sociales y la implementación de prácticas (formales e informales, privadas u oficiales) de “limpieza” y “purificación” de barrios” (Valencia 2006: 12-13).

Los cambios que se pueden denotar son transversales, en el sentido tanto económico de los sujetos como territorialmente, ya que el mercado transformó la manera de estructurar la ciudad, una ciudad que no tiene estructura alguna, una “urbanización difusa” característica de un capitalismo mercantil. Este tipo de planificación liberal que contiene en su medula un radical interés económico, se comporta de manera agresiva e implacable con las capas mas pobres de la ciudad, se mostraba en el párrafo anterior las “purificaciones” de barrios residenciales, como también Soja leyendo a Harvey plantea que “las buenas intenciones de los planificadores liberales (e incluso planificadores radicales) tan a menudo desembocan en esas ‹‹consecuencias inesperadas›› y en los ‹‹grandes desastres de planificación››,(…) como por ejemplo la transformación de la ‹‹renovación urbana›› en una ‹‹expulsión de los pobres››” (Soja 2008 :165) Al mismo tiempo ésta expulsión de los pobres es parte del proceso (y efecto) de la intervención neoliberal en el espacio urbano, tal y como lo señala Antonio Daher “La localización suburbana de la mayoría de los pobladores más pobres es en rigor infraurbana. El encarecimiento de la tierra urbana asociada a la expansión metropolitana revierte sobre los sectores de menores ingresos, desplazándolos más y más a los extramuros de la ciudad” (Daher 1991).

Este lacónico relato nos ayuda a comprender la influencia de la doctrina neoliberal en la transformación del espacio urbano, como también la mutación del Estado en este ámbito de pensamiento, que se transforma en un ejecutor de políticas de corte asistencialista y subsidiario, entrampado en un régimen político en donde no puede ejercer intervención alguna. A su vez, esta mirada a las significativas transformaciones de la metrópolis de Santiago, nos permiten comprender el “efecto dominó” que despliega el sistema económico neoliberal, ya que al implementar políticas económicas mercantiles desde una esfera general o estructural, (aunque puede pecarse de reduccionismo económico) esto conlleva al devenimiento de transformaciones del espacio urbano reducido, como el barrio, el hogar, incluso la perspectiva y conciencia del propio sujeto. 

De esta manera, se muestra como la implementación de un determinado sistema económico contiene consecuencias negativas para un determinado tipo de vida de la sociedad, conllevando a la depredación tanto simbólica como arquitectónica del barrio y el espacio publico de la capital. La antigua noción de barrio comprendía a éste como un lugar “en el cual se vivía en comunidad, y en el cual las relaciones en torno a un espacio público común eran abundantes, sorpresivas y cotidianas. Un barrio en el cual prevalecía la heterogeneidad, en que todo estaba “revuelto”, en el cual la diversidad y tolerancia eran cualidades y condiciones fundamentales, y en el cual la identidad de sus habitantes, sus costumbres y su historia permanecían latentes” (Vallejos 2004). El barrio se muestra como un hábitat en que se desarrolla y reproduce el sujeto junto a otros sujetos, dentro de un espacio íntimo y de cotidianeidad, además de un espacio en donde el sujeto comprende una identidad y un sentido de pertenencia significativo, ya que es en el barrio donde se celebran las fiestas, se comparten diversos ritos sociales y se ejecutan los ritos cotidianos. El barrio es una micro-ciudad, dotada de diversos servicios básicos, tales como escuelas, hospitales, iglesias, comercio, además de áreas verdes y espacios públicos en el cual se desarrolle la vida social y cultural de los habitantes de éste. Vallejos plantea que el barrio debe poseer un hito que haya dado nacimiento a éste como tal, un acontecimiento histórico que haya repercutido en muchas familias, por lo que sirva como unión y el ya mencionado elemento identitario, que de cohesión a la vida social de los sujetos pertenecientes al barrio.

Esta noción de barrio en la actualidad parece casi “idílica”, ya que estamos acostumbrados a una forma de vida que posee una distancia considerable con la antigua forma de habitar. La re-conceptualización del barrio desde la perspectiva del neoliberalismo, se presenta como oposición a la antigua forma de barrio, siendo un modelo “en el cual se desvanece por completo la idea de comunidad, de diversidad y tolerancia, y en el cual pasan a ser primordiales temas como la privacidad, la seguridad, la homogeneidad, y la individualidad, dejando de lado todo acto en comunidad” (Vallejos 2004). La ideología del neoliberalismo produce un individualismo extremo en los habitantes de los barrios con “nuevo” rostro, una fragmentación de las relaciones sociales que conlleva a un deterioro de la vida comunitaria y segregación de los barrios al interior de las metrópolis. Los barrios se convierten en islas que conforman un archipiélago, produciéndose un barrio hermético y cerrado que no da espacio a lo “extranjero”, un individualismo tanto a nivel personal como social.

Las bases para esta nueva concepción de barrio cerrado y segregado, devienen de diversos fenómenos entre los cuales se destacan “la constante inseguridad ciudadana (producto de la violencia generada por la segregación) y por lo tanto el miedo a lo desconocido; la publicidad como influencia en la mentalidad de los individuos, y la simple necesidad del individualismo, proveniente de un cambio de actitud en los habitantes de la ciudad en que el egoísmo, arribismo, competitividad y egocentrismo los ha consumido, y en que el interés de sociabilizar ha pasado a formar parte de la historia” (Vallejos 2004). El barrio abierto y con un espacio comunitario y público pasó al barrio estilo “condominio”, fortificado herméticamente con guardias privados y cámaras de seguridad, en donde los espacios “públicos” son utilizados de forma particular y no como instancia de participación colectiva, promoviendo la segregación y diferenciación con el resto de la ciudad, al ser un elemento urbano que contiene un carácter privado y excluyente, no por un afán identitario, sino meramente de terror hacia el “otro desconocido”.

Este nuevo modo de vida de barrio repercute tanto en aquellos que se encuentran asentados en la periferia o en sectores suburbanos, como en aquellos establecidos en puntos importantes de Santiago, como son las zonas históricas, patrimoniales y con una gran identidad de barrio. Los habitantes de los barrios céntricos de Santiago comienzan a vivir “hacia adentro”, encerrándose en sus lugares de residencia y teniendo nulo contacto con los vecinos y las instancias de convivencia social. Al realizar una visita panorámica de diversos barrios como “Yungay”, “Franklin”, “Bellavista” y “Brasil”, nos encontraríamos con una gran cantidad de cites fuertemente asegurados, rejas y barrotes en ventanas y un acceso restringido a lugares en donde antes existía libre circulación. Pero por otra parte, éstos barrios cívicos no sólo se vieron afectados en el sentido del miedo extremo y del individualismo esquizofrénico al que aluden los teóricos al hablar de los nuevos barrios, sino también son presas del mercantilismo y de la gran empresa inmobiliaria, que posita su mirada sobre las casas antiguas, los cites en mal estado, los negocios agobiados por la desleal competencia del mall y la empresa retail, los conventillos amenazados con ser demolidos por la municipalidad y los sitios abandonados o que son “obligados” a ser abandonados. Las grandes inmobiliarias ven en cada sitio baldío un edificio con una gran cantidad de departamentos por vender, lo que promueve una búsqueda desenfrenada de espacios en los cuales desarrollar sus proyectos constructores, no respetando patrimonios arquitectónicos, ni el impacto ambiental que tal construcción puede provocar en el entorno. Es así como observamos departamentos de diez pisos en sectores de casas de un piso, o entablados en lugares que antes eran simbólicos para el barrio.

El neoliberalismo implantó en el barrio una ideología de mercado que contiene un espacio urbano de consumo que va de la mano con los fenómenos de transformación en el espacio del barrio antes mencionados. Distritos con espacios públicos precarizados, los lugares de esparcimiento y de reunión colectiva son reemplazados por los Mall y multitiendas, considerados las nuevas plazas públicas de las postmetróplis. El progreso trae consigo modificaciones como la transformación de cités en “lofts”, paseos peatonales y aceras anchas tipo boulevard, cafés con terrazas y centros culturales contemporáneos. Es así como diversos teóricos critican a esta nueva forma de barrio tipo “Starbucks” (lo denominan así por las ansias de poseer una de estas tiendas cerca de sus residencias), consecuencia de los procesos de “gentrificación” de algunos barrios del centro de Santiago, especialmente de sectores como Brasil, Yungay y Bellavista. En los nuevos departamentos y lofts de este nuevo tipo de barrio convergen sujetos de la denominada “clase media aspiracional”, venida de sectores periféricos de la capital, como también algunos sujetos venidos de sectores acomodados de la capital, dejándose llevar por el estilo de vida y la organización urbana de éstos sectores céntricos de la capital. Este proceso a parte de acarrear cambios radicales a los vecinos que viven desde tiempos remotos en aquellos sectores, también producen un encarecimiento del costo de terreno y aún más, de vida del lugar, obligando a que muchos nativos de aquellos barrios deban emigrar a otros sectores más económicos del gran Santiago. 

Como vemos, los cambios que trajo consigo el modelo neoliberal a la vida de barrio no son unitarios, sino que se dividen en una gran cantidad de efectos de los cuales muchos no fueron medidos ni contemplados en el presente trabajo. Cabe decir que sí se quiso exponer lo que personalmente se consideran los principales cambios en la vida de barrio, tanto de sectores periféricos como céntricos de la capital, como también la forma hegemónica de hábitat de los ciudadanos comunes de Santiago en sus diversos lugares de residencia.


1.-Alma Torres, Rodrigo Hidalgo (2009) Los peruanos en Santiago de Chile: transforma-ciones urbanas y percepción de los inmigrantes”. Polis: revista académica de la Universidad Bolivariana, Nº. 22, Santiago.
 1 Número 1 2001
2.-Arribas, María Inés. Vergara, Jorge (2001) “Modernización neoliberal y organizaciones del Tercer Sector en Chile” ”. Polis: revista académica de la Universidad Bolivariana, año/vol. 1 Nº 001, Santiago 1 Número 1 2001
3.-Daher, Antonio (1991). “Neoliberalismo urbano en Chile”. En: Revista de Estudios Públicos n°43. Centro de Estudios Públicos, Santiago.

4.-Soja, Edgard (2008) “Postmetrópolis: Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones”. Traficantes de sueño ediciones, Madrid.

5.-Valencia, Marco (2006) “La ciudad del libre mercado. Emergencia del neoliberalismo y transformaciones en el espacio metropolitano. El caso de Santiago de chile 1975-1985”. DU & P: revista de diseño urbano y paisaje, Vol. 3, Nº 7, Santiago.

6.-Valencia, Marco (2007) “Revolución neoliberal y crisis del Estado Planificador”, revista electrónica DU&P: revista de diseño urbano y paisaje, Vol. 4, Nº 12, Santiago.

7.-Vallejos, María José (2004) “Privatización de la ciudad y fragmentación social. El caso de los “barrios fortificados” en Santiago”


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