25 de septiembre de 2011

Desfile patrio o carnaval felliniano

Uno de los peores recuerdos que tengo de la época escolar (entre muchos otros) era el día del desfile. Para los que no saben, en Chile para diversas efemérides se realizan desfiles donde los colegios, instituciones armadas y públicas (como bomberos y defensa civil), organizaciones sociales y un montón de etc… dependiendo de la ciudad, rinden honores a las autoridades marchando frente a éstas al son de himnos militares.

En mi ciudad natal que se encuentra al suroeste del gran Santiago, un pueblo que varía entre lo urbano y lo rural, los desfiles están entre los grandes acontecimientos del año  (como todo pueblo de mierda que no tiene otra entretención). Pero éste acontecimiento ha ido cambiando notoriamente, desde un rito solemne a un carnaval pintoresco y extravagante. Para esto tengo que explicar primeramente que el orden político de mi “ciudad” cambió. Cuando el desfile era más “solemne” o serio, había un alcalde que era de centro derecha, proveniente de esas familias aristócratas que cada localidad tiene, la familia que todos conocen, que dan pega a los rotitos, que van a misa de doce todos juntos los domingos. El nuevo alcalde que arribó a la municipalidad proviene del bajo pueblo, es de derecha extrema, pero no de esa derecha elitista, es de esa derecha guachaca, chula, con hartas amantes rucias y camionetas grandes. Si uno era un Vito Corleone, el otro sería un Tony Montana.

Entonces en la administración de éste último fue la mutación de este acto cívico. Primero pasan representantes de fuerzas armadas y encajona el colegio con mejor banda de guerra, hasta ahí bien. Luego pasan agrupaciones sociales como clubes de ancianos, colegios, los bomberos, cruz roja. Hasta ahí nada que no se vea en otro lugar. Pero luego, pasan agrupaciones de Chearleaders haciendo una especie de “esquinazo” o presentación frente a todos. El último año que vi este carnaval felliniano los porristas arribaron en dos limusinas, iniciaron el show y una niña cayó estrepitosamente al piso, metiéndola a la limosina y partiendo raudos al hospital, mientras el locutor decía por los parlantes “esta fue la brillante presentación de los chearleaders”. 

Luego de eso, pasan agrupaciones de locomoción colectiva, buses y taxis colectivos marchan a paso regular frente a las autoridades, algo ya extravagante. Posteriormente, grupos de cartoneros con triciclos y carretones “donados” por la municipalidad (una publicidad evidente a la gestión municipal) transitan frente a la gente al son de las marchas, para que luego pase el grupo  de motociclistas al son de “Born to be wild”, chascones en motos de ruta y velocidad hacen rugir los motores en un desfile que ya perdió los estribos hace más de una hora. La gota que rebalsa el vaso es la agrupación de autos “tunning” que hace su presentación de bólidos enchulados con alerones, sapitos de colores, y grandes parlantes por donde sale el reggaetón. Al finalizar pasan los caballos y carretoneros de la comuna, con sus mantas y chupallas escuchando rancheras en sus radios a pilas. Como resultado de la presentación de esta agrupación, una estela de mierda llena la calle de par en par.

Creo que la mierda dejada por los caballos en el desfile es el fiel reflejo de lo que representa este acto cívico. Como no tengo hijos ni hermanos menores, me zafo de tener que asistir a este show pintoresco, pero compadezco a aquellos que por obligación o no tienen que hacer acto de presencia. Y aunque no sea de mi total interés, espero que haya una vuelta a la solemnidad del desfile,  a ese desfile corto donde participan colegios y ciertas agrupaciones, no sólo por el bien de la comuna, sino por el de los niños y ancianos que se fríen esperando bajo el sol de mediodía. 

12 de septiembre de 2011

El rito del asado

Se vienen las fiestas patrias en Chile y con ella un sinfín de ritos heredados por años de tradición; elevar volantín, colocar la banderita afuera de la casa, bailar cueca por tres noches, quedar en coma etílico y realizar su buen asado.

El año pasado nuestro país registró una cifra histórica en el consumo de carne, esos datos se pueden confirmar al notar que  en cada celebración “importante” de la sociedad chilena se realiza un asado; para los cumpleaños, para los aniversarios, cuando juega la “roja”, para los bautizos, los matrimonios o en cualquier reunión que tenga como pretexto juntarse a beber un rato. 

El asado es el rito primordial de unión de la comunidad, en los comerciales de cervezas y licores vemos siempre que se toma el copete alrededor del asado, ese momento en el que se comparte comida y experiencias de vida. Si vamos vas allá, este acto se asemeja a la reunión en torno al fuego de los cavernícolas, que comían carne capturada con sus propias manos. No soy antropólogo ni nada por el estilo, pero me aventuro a plantear que el asado saca nuestro neandertal reprimido, el hombre es el que se planta frente a la parrilla a cocinar la carne, el guatón parrillero vendría a ser el “pater familia” de la tribu, mientras que la mujer es la recolectora de verduras que hace las ensaladas y prepara el copete, realiza las compras, luego lava los platos, cuida los niños, sirve el postre y el bajativo, etc….

Como no cazamos los animales con nuestras propias manos (no por lo menos en nuestra cultura) la virilidad se demuestra a través de cuanta carne es capaz de echarse en la parrilla. El cromañón rubio de ojos claros de partida no va a cocinar su asado en el patio de su casa con el secador en la mano,  va a emigrar a otros países o a algún refugio que posea en algún lugar alejado de la capital, pero los demás, van a comprar grandes cantidades de carne incluidos sus interiores y derivados como chorizos  y demases, siendo el pobre moreno el cavernícola menos viril que solo provee de trutritos de pollos a su clan. 

Así es como funcionan estos ritos cavernicolescos, donde entre la carne y los tragos de mas (generalmente alcohol de alto grado etílico) nos bajan los instintos primarios y tratamos de arrebatarle la hembra al compañero de clan, formándose peleas y discusiones, cosas que no me imagino suceda en una junta en torno a sushi y vino blanco. Espero que entre la cueca, la cumbia, la chicha y la carne recuerden que por mucho de que nos jactamos de la política, el arte, la penicilina, los ipod y las zapatillas con luces, no somos más que cavernícolas reprimidos, animales un “poco” más evolucionados que el resto, aunque existan excepciones por doquier.