26 de octubre de 2011

Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir!

Esta es una frase que se ha escuchados en los distintos rincones del mundo a través de los movimientos sociales surgidos últimamente, principalmente de los indignados. Hace referencia a que la capacidad de soñar últimamente ha estado enclaustrada  sólo en el ámbito individual. Los sueños-de-a-varios se han transformado en una utopía o, a su vez, en una nostalgia de tiempos pasados donde los sueños eran más que dormir en una cama.

En la época de los años 60, existían ciertos sueños colectivos, ideales que se compartían y que todos de una u otra forma, luchaban por alcanzarlos. Existía una sociedad más integrada, donde aquellos sueños “comunes” se planteaban en universidades, sindicatos, tomas de terreno y una serie de etcéteras. Pero con la llegada de capitalismo de libre mercado, se abocó a la libertad individual y al consumo desmesurado, por lo que paulatinamente, aquellos “sueños colectivos” se transformaron en “fantasías personalistas”. Para algunos será una brutalidad culpar al sistema socioeconómico de que no podamos soñar despiertos, pero en cierta forma es así. La ideología imperante transforma nuestra subjetividad adormeciendo, estimulando y estupidizando nuestras conciencias, promoviendo una felicidad que no pase por un “sueño colectivo”, sino por satisfacer una necesidad netamente personal. Y a su vez, esta necesidad o “sueño” personal tiende a ser un fetichismo material. Si antes como comunidad soñábamos con “justicia” o “igualdad”, ahora soñamos con nuestro “automóvil del año” o “la casa en la playa”.

La gracia es que este paradigma ha ido cambiando paulatinamente. Las cabecitas comenzaron a despertar de este sueño impuesto (como la matrix) para querer construir-sus-propios-sueños. Personas de distintos países se atrevieron a soñar despiertos y se dieron cuenta que en todo el globo (gracias a san internet) se compartían estos sueños en común, las ansias de una sociedad más justa, una comunidad más integrada y un mayor cuidado de la naturaleza. Por ejemplo, el discurso de los estudiantes de chile no pasa sólo por algo netamente económico (inyectar más dólares a la educación), sino que se busca lograr una educación más integradora, una sociedad donde personas de diversas clases sociales se sientan parte de un mismo territorio,  y no divididas por condiciones socioeconómicas, étnicas o religiosas. 

Ahora es el momento de generar nuestros propios sueños, de ser los constructores de nuestros propios caminos, de debatir, de poner ideas en la mesa, de equivocarnos, pero tenemos el derecho (y el deber) de formar parte de la construcción de nuestra sociedad. Soñando-de-a-uno solo poseemos dos manos y dos piernas, pero invitando a más personas, despertando a más ciudadanos para que “sueñen” con nosotros”, tendremos miles de manos y cuerpos dispuestos a forjar un sueño en común construido por todos, y no una pesadilla erigida desde oscuras cúpulas de poder. 




22 de octubre de 2011

Encapuchados y violencia social

Las “batallas campales” (como dicen los periodistas) que transcurren entre los encapuchados y carabineros se transformó en un panorama común al finalizar las marchas estudiantiles. Las “escaramuzas” de los denominados “anarquistas” sustituyeron a los Venegas como programa favorito de la hora de almuerzo nacional, por lo que en vez de la familia del viejo pelado, son las barricadas, los apedreos a carros y funcionarios policiales la manera de subir el rating en los noticiarios del medio día y de la noche.

En primera instancia, considero que no podemos escandalizarlos de la violencia social en una sociedad violenta, esto es de una hipocresía desmesurada. Los mismos medios se han encargado de mostrar las violencias de las marchas en horario prime de forma majadera, sin contar con las series de crímenes, asaltos, violaciones, guerras, peleas, discusiones, choques, y un sinfín de actos violentos que emana la pantalla a cada hora.

Segundo, creo que podemos visualizar dos tipos de violencia, una real y otra simbólica. Violencia real es aquella que todos entendemos como tal, un piedrazo, un palo, una mala palabra, algo tangible ante nuestros ojos. La violencia simbólica la considero como una violencia connotada y sutil, es aquella violencia que no te golpea pero te daña de igual forma, el no poder seguir estudiando por no tener recursos, el dividendo usurero de tu casa, no poder operarte porque el seguro no te lo cubre, son parte de aquella violencia que todos hemos experimentado alguna vez en nuestras vidas. Por lo que los encapuchados son fruto de una violencia real y simbólica, la reciben a diario y tratan de devolvérsela al sistema. La forma no la comparto, destruyendo el inmobiliario público o pegándole un peñascazo al “paco” no afecta al sistema, la fuerza policial no es más que un peón de ajedrez de este tablero llamado sociedad.

En tercer lugar, creo que los medios legitiman solo un tipo de violencia y criminalizan otra, solo están para legitimar la hegemonía de una clase sobre otra. Solamente se escandalizan de la violencia contra la policía, pero nunca se pregunta ¿Por qué solo un tipo de violencia es justificado y el otro es criminalizado? ¿Por qué pegarle a un estudiante no es repudiable y a un policía si? ¿Por qué solo la policía tiene el derecho a golpear y la gente no tiene derecho a defenderse? Con la posición que tienen los medios de comunicación masiva, solo podemos ver que están de acuerdo con el monopolio de la violencia como forma de mantener la estructura social existente. Estamos tan sometidos a un discurso que el sistema lanza a través de éstos medios, que nos posicionamos al lado de éstos a criminalizar también a aquellos que osan destruir el orden público.

También creo que es necesario saber que existen dos tipos de encapuchados. El anarquista, que posee un discurso político detrás, el que la piedra que lanza “está cargada de sentido” y es más “consciente” de los actos violentos que comete. Por otro lado está el “sopaipa” que es el joven popular que solo sigue a los demás sin contener un discurso político en su interior, destruye como lo hace cuando va al estadio, saquea y roba sin importar nada a su paso. Estos últimos son objeto de discriminación al interior del movimiento también, por lo que no se sienten parte de ese montón de “hippies” (o “amarillos” como dirían los anarcos) que le gritan “que se vayan los sopaipas” cada vez que llegan a una marcha. Ambos desde su rabia y disconformidad atacan a la policía como forma de manifestar ese descontento social.

Por último, creo que la violencia social es algo que los gobiernos no quieren eliminar de frentón. Poseen todos los medios y si quisieran hacerlo, ya hubiesen detenido a todos los encapuchados que son los mismos en todas las manifestaciones. Pero no, la violencia ejercida por estos sujetos es una buena motivación para, primero, criminalizar el movimiento estudiantil y no realizar una transformación real al sistema educativo chileno (pa’ que quieren educación gratis si andan puro tirando piedras, dice el sentido común nacional). Por otra parte, la violencia ciudadana sirve para ejecutar leyes que no solo afectan a los violentistas, sino que también coartan el derecho a manifestarse y a protestar de forma libre.

Creo que existe una violencia legítima, que podría denominarse una violencia revolucionaria, pero ésta es ejercida por toda una sociedad, por todo un pueblo que se defiende como ocurrió en El Salvador o Nicaragua. Pero esta violencia individualista, la barricada y la violencia aislada perpetrada por grupos minoritarios, no genera ningún cambio ni afecta a la estructura de poder, además que vuelve a la sociedad reticente y lejana al cambio social, haciendo que ésta legitime la represión y la coaptación de los derechos civiles. Si la sociedad no entiende la lucha que se está dando en las calles, es responsabilidad de todos dar a conocer las razones y motivaciones de porqué se está luchando, romper el cerco comunicacional y educar sobre las miles de razones por las cuales estar indignado y manifestándose en las calles.





14 de octubre de 2011

Slavoj Zizek en Wall Street: “Estamos viendo como el sistema se destruye a sí mismo”

El filósofo esloveno Slavoj Zizek , considerado uno de los pensadores contemporáneos más prominentes sumó su apoyo y simpatía con los participantes en la ocupación de la plaza de Wall Street. Autor de innumerables libros y sujeto de varios documentales, Zizek se presentó en la plaza el pasado domingo 9 de octubre para ofrecer esta intervención:

Somos todos perdedores, pero los verdaderos perdedores están allí en Wall Street: ellos gozaron de una fianza con millones de millones de nuestro dinero. Nos llaman socialistas, pero aquí siempre hay socialismo para los ricos. Dicen que no respetamos la propiedad privada, pero en la crisis de 2008 se destruyeron más propiedades duramente obtenidas que si todos nosotros estuvieramos destruyéndolas durante semanas. Nos dicen que somos soñadores, pero los verdaderos soñadores son los que piensan que las cosas pueden seguir indefinidamente como están hoy. No somos soñadores; nos estamos despertando de un sueño que se ha convertido en pesadilla.

No estamos destruyendo, estamos presenciando cómo el sistema se destruye a sí mismo. Conocemos la escena clásica de los dibujos animados: el gato llega a un precipicio pero sigue caminando en el aire hasta que mira para abajo, se da cuenta y cae. Es lo mismo que ocurre ahora; le estamos diciendo a los de Wall Street. “¡oye, mira p’abajo!

A mediados de abril de este año el Gobierno chino prohibió en televisión, cine y literatura cualquier tema relacionado con realidades alternas o viajes en el tiempo. Es una buena señal sobre China: los chinos son gente que todavía sueña con alternativas, asi que deben prohibírselo. Aquí no hace falta, no necesitamos prohibiciones, porque el sistema imperante ha jodido hasta la capacidad de soñar. Miren las películas que vemos todo el tiempo: es fácil imaginar el fin del mundo, o un asteroide destruyendo la vida, pero no podemos imaginar el fin del capitalismo.

“…NOS ESTÁN DANDO TINTA ROJA”
Entonces, ¿qué hacemos aquí? Déjenme contarles un maravilloso chiste de los tiempos del comunismo. Un tipo es enviado de Alemania Oriental a trabajar en Siberia. Él sabía que los censores iban a revisar sus cartas, asi que les dijo a sus amigos: “Hagamos un código. Si escribo una carta con tinta azul, todo es verdad. Si la tinta es roja, es todo falso”. Un mes después los amigos recibieron la primera carta, en tinta azul. Decía: “Todo es maravilloso aquí. Las tiendas están llenas de buena comida. Los cines exhiben buenas películas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. Lo único que no se puede conseguir es tinta roja”. Así vivimos; tenemos todas las libertades que queremos, pero no tenemos tinta roja: el lenguaje para articular nuestra no-libertad. La forma en que nos enseñan a hablar acerca de la libertad -la guerra contra el terrorismo, por ejemplo- falsifica la libertad. Y esto es lo que ustedes están haciendo aquí: nos están dando tinta roja.

Pero hay un peligro. No se enamoren de ustedes mismos; lo estamos pasando bien, pero recuerden que los carnavales salen baratos. Lo que cuenta es el día después, cuando todos tenemos que volver a nuestras rutinas ¿Habrá cambios entonces? No quisiera que en el futuro ustedes recordaran estas jornadas asi como “éramos jóvenes y todo era hermoso”. Recuerden que nuestro mensaje básico es: “Estamos autorizados para pensar en alternativas”. Hay un largo camino por delante, lleno de dificultades. Sabemos lo que no queremos, pero ¿qué es lo que queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué tipo de líderes necesitamos?

Recuerden: el problema no es la corrupción ni la codicia. El problema es el sistema, que te obliga a corromperte. Hay que estar atentos no sólo de los enemigos, sino de los falsos amigos que están trabajando ya para diluir este proceso. Del mismo modo que uno obtiene café sin cafeína, cerveza sin alcohol, helado sin grasas, ellos van a intentar hacer de esto una protesta moral, inofensiva. Un proceso descafeinado. Pero la razón por la que estamos aquí es que ya tenemos suficiente de un mundo en que al reciclar una lata de Coca-Cola, o donar un par de dólares a una institución o comprar un capuccino deStarbucks para que un 1% vaya a los niños hambrientos del tercer mundo, basta para sentirnos tranquilos. Hemos visto que se tercerizan el trabajo y la tortura, las agencias de matrimonios tercerizan nuestra vida sentimental, y ahora vemos que desde hace mucho tiempo nuestros compromisos políticos también se tercerizan. Queremos recuperarlos.

“SE TERMINÓ EL MATRIMONIO ENTRE DEMOCRACIA Y CAPITALISMO”
No somos comunistas, si comunismo significa el sistema que colapsó en 1990. Recuerden que esos comunistas son hoy los más eficientes, despiadados capitalistas. En la China de hoy vemos un capitalismo aun más dinámico que el capitalismo estadounidense, pero no necesita democracia. Lo que señala que cuando se critica al capitalismo, no debemos dejarnos chantajear con que estamos contra la democracia. Se terminó el matrimonio entre democracia y capitalismo. El cambio es posible.

¿Qué percibimos como posible? Hay que prestar atención a los medios. Por un lado, en tecnología y sexualidad, todo parece posible. Se puede viajar a la Luna, se puede ser inmortal con la biogenética, se puede tener sexo con animales, todo es posible, menos en el terreno de la sociedad y la economía: allí casi todo es considerado imposible. Si se quiere subir un poquito los impuestos a los ricos, te dicen que es imposible: perdemos competitividad. Si se piden más recursos para la salud, te dicen: “imposible, esto implicaría un estado totalitario”. Algo falla en un mundo donde te prometen la inmortalidad, pero no se puede gastar un poco más en el sistema de salud. Tal vez deberíamos fijar nuestras prioridades aquí: no queremos un estándar de vida más elevado, queremos un mejor estándar de vida. El único sentido en que somos comunistas es que nos preocupamos por los bienes comunes: los de la naturaleza; los privatizados por la propiedad intelectual; los de la genética. Por esto, y solo por esto debiéramos luchar.

El comunismo falló en todo, pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Nos dicen que no somos estadounidenses. Pero a esos fundamentalistas conservadores que se reivindican como los genuinos estadounidenses se les debe recordar algo: ¿Qué es el cristianismo? Es el espíritu santo ¿Y qué es el espíritu santo? Es una comunidad igualitaria de creyentes ligados por el amor mutuo, y que sólo tienen su propia libertad y responsabilidad para hacerlo. En este sentido, el espíritu santo está aquí hoy con nosotros. Y allá en Wall Street están los paganos que veneran ídolos blasfemos. Asi que todo lo que necesitamos es paciencia. Lo único que me asusta es que algún día vayamos a casa, nos veamos una vez al año, tomemos cerveza y recordemos con nostalgia “qué bien lo pasamos aquella vez”. Prométanse que esto no ocurrirá. Sabemos que a menudo la gente desea algo, pero realmente no lo quiere. No tengan miedo de querer lo que desean. 
Muchas gracias.

2 de octubre de 2011

7 escenas mas emotivas del cine

Son pocas las cosas en la vida que me hacen llorar. Una es picar cebolla, las pocas veces que lo he hecho siempre termino llorando. Otra es pisar descalzo cosas como legos, rocas filudas en la arena, etc… Y la última es el cine. A pesar de no ser un hombre demasiado emocional, creo que es cuando veo películas que suelto todas las lágrimas que no me salen en otras ocasiones.
Es por eso que hice una lista de las películas que considero más emotivas o que por lo menos a mí me han dejado con un nudo en la garganta. Sé que esto de las listas y sobre todo de cosas tan abstractas como el cine es algo demasiado subjetivo, pero espero fundamentar bien estas escenas, y si alguno me recomienda otra, mejor aún. Este post tiene varios spoiler, así que si no han visto alguna de éstas cintas, están advertidos.

La lista de Schindler (1993)
“Quien salva una vida, salva el mundo entero”

Película sobre el holocausto: llantería segura. Es difícil ver una película sobre el genocidio judío que no sea emotiva, una tragedia tan grande no puede dejar indiferente a nadie. Y la Lista de Schindler realizada en blanco y negro, además con los violines de John Williams, te mantiene con el nudo en la garganta todo el rato. Pero es la escena final, cuando Oscar llora como magdalena por no haber podido salvar más personas, que me hizo soltar más de una lágrima. Ese empresario exitoso que gozaba de todo los privilegios, verlo transformarse en un defensor acérrimo de los judíos, observarlo en pantalla vulnerable y siendo consolado por aquellos que más sufrieron, siendo consolado por aquellos que él salvó, es una imagen notable.



The Wrestler (2008)
“Me merezco estar solo”

El luchador de Aronofsky es una película dura, emocional, provocativa. Es una cinta que muestra la miseria humana, lo bajo que puede caer un hombre que lo tuvo todo, sobre todo emocionalmente hablando. Porque claro, Randy Robison (interpretado por Mickey Rourke) aparece como un tipo que duerme en una camioneta y vive en malas condiciones para haber sido una estrella de la lucha libre, pero creo que lo peor es la soledad en que se encuentra, esa amargura que emana su rostro, su forma de vida. Y un momento crucial de la cinta es la escena cuando existe esa especie de reencuentro con su hija, con una hija que dejó abandonada y quiere recuperarla. Esa escena en que Randy le abre su corazón a la hija y le pide perdón por las estupideces cometidas, ese viejo arruinado (como lo estaba Mickey hasta esa película en cierta forma) le pide otra oportunidad, le suplica y se vuelve tan transparente como la brisa del mar. Es una escena memorable ya que no sabes si es el personaje o Rourke el que está hablando, el que pide perdón por las tonterías y da gracias por la nueva oportunidad que le brinda la hija (o el cine). Es emotiva porque entre personaje y actor no hay nada, porque las palabras aparecen con una sinceridad que es inusitada en la pantalla.



Cinema paradiso (1988)
“Muack, muack, muack...”

Esta película es una oda al cine en todos sus ámbitos, una historia maravillosa de amor, pero de diversos tipos de amores. El amor fraternal entre Toto y Alfredo, el amor carnal y pasional de juventud de Toto y María, y por supuesto el amor al cine que todo un pueblo y la pareja de protagonistas profesaba fervientemente.

Cinema paradiso es una película tremendamente emotiva, donde Ennio Morricone ayuda mucho con su banda sonora. Personalmente, la escena que me hizo llorar fue la final, una escena que no es sobre el cine, sino que sencillamente es “el” cine. Todo cinéfilo debe haberse emocionado al ver ese tan hermoso regalo, las escenas de besos y censuras, una escena cargada de nostalgia, alegría, de pena por la muerte de Alfredo, pero por sobre todo de emoción y esperanza. Es difícil explicar una escena tan potente como esa, yo lloré no de tristeza ni de pena, simplemente lloré como si ese regalo me lo hubiesen hecho a mí, como si esas escenas hubiesen sido editadas y musicalizadas para mi persona, por lo que pienso, Cinema paradiso es un regalo para todo amante del séptimo arte.



Mar Adentro (2004)
"Me voy a la playa, a cambiar de aires.... "

Esta cinta es un golpe al bajo vientre, no entiendes como una persona postrada esta tan llena de vida y al mismo tiempo, anhela morirse. Posee convicciones que puedes comprender o no, pero es un personaje con el que uno se involucra mucho, a pesar de mostrarse gruñón y distante. Una relación particular en la cinta es la que tiene Ramón Sampedro (Javier Bardem) con su sobrino, que es similar a la del espectador con el mismo personaje, que a pesar de todo lo termina queriendo y considerando como un héroe de carne y hueso.

La escena que me provocó lágrima es aquella en que Ramón decide junto a sus amigos realizar la eutanasia, por lo que se van a la ciudad para realizar la muerte asistida. En la despedida, la cuñada y sus familiares saben que éste viaje no tiene retorno, pero su inocente sobrino piensa que es un paseo con fecha de retorno. Cuando Ramón le dice “hazme un favor, cuida de tu abuelo”, el sobrino reacciona, se da cuenta que éste nunca volverá a casa, comienza a llorar y a correr tras la ambulancia que transporta a su tío. Una escena notable, donde dos hombres que en la película se mostraban duros y poco sentimentales, se quiebran ante las emociones, donde el sobrino ve que el tío, objeto de su admiración, va hacia los brazos de la muerte para no retornar nunca más. 




El campeón (1979)
“¡Campeón, despierta!”

Esta película la utilizan en estudios psicológicos para ver si las personas tienen lagrimales (no es broma). Es una historia sencilla, con todos los pasos de la trama clásica, pero que si no te hace llorar deberías ir a revisarte con un doctor. Lo esencial de la cinta es el amor padre/hijo, el tipo de amor que creo es el más fuerte de todo. Sale un cabro chico que es más tierno que un Ferby y su padre es un ex campeón de boxeo (interpretado por Jon Voight) que estaba inmerso en el alcohol, pero decide volver al ring por su hijo y su esposa que aparece nuevamente.

Existen dos escenas que me hicieron soltar los mocos en este film. El reencuentro entre padre e hijo y la escena final de la pelea de box. Resulta que a Jon Voight le sacan la mierda, por lo que entra al camarín casi agónico. El niño está a su lado, esperando que éste se mejore y vuelvan pronto a casa, pero su padre muere, comenzando una de las actuaciones más lacrimógenas de un niño en el cine. El niño comienza a llorar y a pedir que lo despierte y…….no puedo seguir escribiendo porque estoy llorando en este momento. Es una escena demasiado emotiva y el cabro chico se roba el papel en esta cinta.


Los gritos del silencio (1984)
“¿Me perdonas? – No hay nada que perdonar”

Sydney es el típico corresponsal gringo, barbón, con chaquetas con hartos bolsillos, y lo mandan a cubrir el régimen de los Jemeres Rojos de Camboya. En eso conoce a Dith Pran, un nativo que le ayuda como traductor, luego como asistente y fotógrafo, además le cose los calcetines y le hace la comida. Cuando los Jemeres se toman la capital de Camboya, los periodistas deben buscar refugio en la embajada francesa, tornándose el ambiente tenso y enrarecido. Cuando la violencia llega a un nivel insostenible, se les exige a los extranjeros que dejen el país, por lo que deben dejar a Dith en Camboya, sabiendo que será confinado a los campos de prisioneros de los Jemeres.

El chinito pasa las mil y una, pero la escena final es simplemente conmovedora. No sé si era la fiebre que tenía cuando la vi, pero me emocioné mucho con el final de la película, ese reencuentro entre Sydney y Dith, ese abrazo de amigos, ese colgarse del cuello del otro como lo hacíamos cuando niño con nuestro padre, es demasiado emotivo. Añadir además que tiene la canción “imagine” de John Lennon.

Como dato aparte, el actor (que en verdad era doctor) que interpretaba a Dith Pran, Haing S. Ngor, ganó el Oscar como mejor actor de reparto con este papel. Además pasó a ser un activista por los derechos humanos y contra el régimen de Pol pot, por lo cual sería asesinado en EE.UU (se dijo que fue un asalto violento) en febrero de 1996.



Hachiko (2009)
“Guau”

Acá no existe una escena, es la película completa la que emociona al máximo. Es de un profesor universitario (Richard Gere) que se encuentra un perrito en la estación de tren y se lo deja de mascota. Este comienza a tener la mala (o buena) costumbre de ir a dejarlo y a esperarlo a la estación de trenes, haciéndose amigo de todos los que trabaja allí. Un día el profesor no vuelve (no voy a decir porque para no contar el final) y el perro se queda de por vida esperándolo que regrese.

La película es sencilla, no pretende ser para estudiosos ni objeto de reflexiones varias, es simple, enternecedora, y la verdad es que es imposible no llorar con ella. En general las películas de animales me emocionan, pero en esta la historia está hecha para que emocione y conmueva. La fidelidad y amor entre el profesor y Hachiko es raro de ver entre personas, entre amigos e incluso entre la misma familia, una entrega total que ya quisiese cualquier persona. Por último creo que el perro debería haber ganado el premio Oscar, actúa mejor que Sandra Bullock.



Bonus track

La tumba de las luciérnagas
“¿Porqué las luciérnagas mueren tan pronto?”

Puse esta película como Bonus Track porque cuando había escrito las siete me acordé de este gran animé. Uno está acostumbrado a que los monitos te hagan reír, te hagan pasar un buen rato, pero pocas veces los ves para que te emocionen y te hagan llorar. Hay excepciones como Remy, Marco o las películas y animaciones hechas para un público adulto como Vals con Bashir o Mary and Max.

Pero la tumba de las luciérnagas, dirigida por Isao Takahata (creador de Heidi) es una historia humana, dura y emocionante. Transcurre en la segunda guerra mundial, donde dos hermanitos (Seita de 14 años y Setsuko de 5) hijos de un oficial de marina japonesa, pierden a su madre en un bombardeo a la ciudad de Kōbe. Luego de quedar huérfanos, se quedan donde unos tíos que los tratan de mala manera, por lo que los hermanos prefieren escapar y quedarse en un refugio que encuentran cerca de un río. Como es tiempo de guerra, escasea la comida, por lo que Seita debe robar para alimentar a su hermanita, que agoniza debido a la desnutrición que padece. Al igual que Hachiko, no existe escena que no te deje un nudo en la garganta por lo que esta es una cinta que emociona de principio a fin, y que a pesar de ser una animación, es cruda y conmueve en demasía. Es una historia tan real y mejor elaborada que varias cintas con personas de “carne y hueso”. Cosa aparte es la música de fondo que funciona como plus para hacernos llorar como bebés.