26 de octubre de 2011

Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir!

Esta es una frase que se ha escuchados en los distintos rincones del mundo a través de los movimientos sociales surgidos últimamente, principalmente de los indignados. Hace referencia a que la capacidad de soñar últimamente ha estado enclaustrada  sólo en el ámbito individual. Los sueños-de-a-varios se han transformado en una utopía o, a su vez, en una nostalgia de tiempos pasados donde los sueños eran más que dormir en una cama.

En la época de los años 60, existían ciertos sueños colectivos, ideales que se compartían y que todos de una u otra forma, luchaban por alcanzarlos. Existía una sociedad más integrada, donde aquellos sueños “comunes” se planteaban en universidades, sindicatos, tomas de terreno y una serie de etcéteras. Pero con la llegada de capitalismo de libre mercado, se abocó a la libertad individual y al consumo desmesurado, por lo que paulatinamente, aquellos “sueños colectivos” se transformaron en “fantasías personalistas”. Para algunos será una brutalidad culpar al sistema socioeconómico de que no podamos soñar despiertos, pero en cierta forma es así. La ideología imperante transforma nuestra subjetividad adormeciendo, estimulando y estupidizando nuestras conciencias, promoviendo una felicidad que no pase por un “sueño colectivo”, sino por satisfacer una necesidad netamente personal. Y a su vez, esta necesidad o “sueño” personal tiende a ser un fetichismo material. Si antes como comunidad soñábamos con “justicia” o “igualdad”, ahora soñamos con nuestro “automóvil del año” o “la casa en la playa”.

La gracia es que este paradigma ha ido cambiando paulatinamente. Las cabecitas comenzaron a despertar de este sueño impuesto (como la matrix) para querer construir-sus-propios-sueños. Personas de distintos países se atrevieron a soñar despiertos y se dieron cuenta que en todo el globo (gracias a san internet) se compartían estos sueños en común, las ansias de una sociedad más justa, una comunidad más integrada y un mayor cuidado de la naturaleza. Por ejemplo, el discurso de los estudiantes de chile no pasa sólo por algo netamente económico (inyectar más dólares a la educación), sino que se busca lograr una educación más integradora, una sociedad donde personas de diversas clases sociales se sientan parte de un mismo territorio,  y no divididas por condiciones socioeconómicas, étnicas o religiosas. 

Ahora es el momento de generar nuestros propios sueños, de ser los constructores de nuestros propios caminos, de debatir, de poner ideas en la mesa, de equivocarnos, pero tenemos el derecho (y el deber) de formar parte de la construcción de nuestra sociedad. Soñando-de-a-uno solo poseemos dos manos y dos piernas, pero invitando a más personas, despertando a más ciudadanos para que “sueñen” con nosotros”, tendremos miles de manos y cuerpos dispuestos a forjar un sueño en común construido por todos, y no una pesadilla erigida desde oscuras cúpulas de poder. 




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