5 de febrero de 2012

Oscar Brahim; Un Quijote manejando taxi


La publicidad en nuestra sociedad juega un papel fundamental para la reproducción del sistema capitalista. Es omnipresente ya que se encuentra en todos los ámbitos; la televisión, la radio, revistas y periódicos, internet y por supuesto, en el espacio público. La calle es una de las trincheras donde las corporaciones batallan por ganar clientes, pero para la mayoría de las personas pasa desapercibida, la miramos de reojo en el apuro de la vida cotidiana, no nos detenemos a admirarla o criticarla, no nos produce nada ya que estamos acostumbrados al bombardeo publicitario del cual somos víctimas.

Oscar Brahim es un sujeto que al viajar en su taxis por la ciudad de Buenos Aires diariamente, la publicidad se le vuelve visible y tangible. No puede mirarla de reojo, está allí, en cada cuadra que dobla y en cada semáforo en rojo que para. Por eso él es consciente del bombardeo y le ofusca esa violencia visual, esa dictadura de la publicidad que se impone en las murallas y carteles a fuerza bruta, sin preguntarle a nadie, sin estudios sobre el entorno, se posa en el espacio público volviéndolo un escenario más de la mercancía.


Existen personas que también comparten ese enojo, pero no actúan ni reaccionan ante él. Oscar sí, lo pelea, lo “combate” como plantea en el documental, interviniéndolo, rayándolo, transformándolo en un discurso de resistencia, en una ideología contra esa tiranía mercantil. Es un rebelde, un superhéroe, como aquellos que vemos y leemos desde pequeño. De día es taxista, pero de noche agarra sus latas de pintura, esténcils, escaleras y afiches para transformar aquello que lo indigna. A veces son rayones sin sentido, otras caras manipuladas, lo central de este acto creo yo no es el “sentido” ni proclamar un discurso ideológico claro, lo medular es cambiar el significado del mensaje publicitario, truncar  el fin de la imagen volviéndola inútil. Pero en ese ejercicio iconoclasta, ese accionar político la publicidad abortada pasa a ser un objeto artístico, una declaración de principios para una sociedad centrada en el consumo. 



El documental nos deja muchas cosas y sensaciones, sobre todo el personaje de Oscar, un hombre que en el transcurso del documental le acontecen problemas económicos y familiares pero él sigue con su amor al arte, con su contracultura. Muchos nos enojamos contra el sistema, nos indignamos (palabra tan de moda últimamente) pero nos quedamos con esa amargura, peleamos en la locomoción colectiva o en nuestro hogar pero seguimos siendo  seres pasivos. Él enseña que hay que realizar un acto de catarsis, que una acción conlleva a una reacción, y si la publicidad nos invade, invadamos la publicidad. Oscar no podrá ser el mejor artista urbano que existe, pero lo que hace lo realiza con pasión, en contra de todo y de todos. Es un loco, un Quijote que lucha contra  molinos cubiertos de marketing, pero reacciona frente aquello que le molesta, y si todos hiciéramos lo mismo podríamos hacer de este mundo un lugar un poquito más agradable y humano. 







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