Decir que la industria hollywoodense ha carecido de originalidad en el último tiempo no es ninguna novedad. Las pantallas de cine se han llenado de remakes de películas antiguas o extranjeras (existiendo incluso remakes de remakes) como también de tramas “levemente” parecidas a las de otros films. También los creativos echan mano a guiones de videojuegos, historietas y libros para apalear la crisis de creatividad que está viviendo el centro neurálgico del cine mundial.

Por otro lado, la película está llena de romanticismo, de melancolía, de nostalgia por una época que se fue y que muchos nos gustaría haber conocido. Es una historia sencilla, que habla de las estrellas de cine, de las vueltas de la vida y como el estrellato y el fracaso son dos caras de la misma moneda. Es de aquellas películas que la miras con una sonrisa en el rostro desde el comienzo hasta el fin, aunque existan un sinfín de emociones y conflictos al interior del relato.
Algunos se preguntarán si es revolucionario hacer una cinta muda en este siglo, yo creo que no. Incluso me atrevería a decir “The artist” es una gran película, pero para los tiempos actuales donde encontrar cintas decentes es un trabajo de quirófano. Porque siendo “objetivos”, si uno la sitúa en los años gloriosos del cine hollywoodense, sería una buena cinta, pero no destacaría sobre el resto. Esta cinta sobresale porque la creatividad de la ciudad del cartel en la colina está en picada, y año a año nos inundan las salas de cine con bazofias como Crepúsculo y Transformers.
The Artist triunfa porque queremos volver al origen, a la melancolía, porque como dicen los diseñadores de moda “lo clásico está de vuelta”. Necesitamos dejar de lado el bombardeo de imágenes en pantalla, los efectos especiales y efectos de sonido que aturden, para recobrar el silencio, la simpleza y sutileza en las imágenes. Porque el cine nunca hablo más que cuando fue mudo.
“Somos gente de otra época, ahora el mundo habla” (The Artist)
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