Hablar del padre Pierre
Dubois es hablar de un modelo de iglesia que va en bajada. Un sacerdote francés
que llego a Chile mediado de los años sesenta
para asesorar la acción católica, un cura popular que hizo su vida en una de
las poblaciones más emblemáticas como lo es La Victoria.

Pero esa iglesia estaba inserta en un tiempo en cual existían
ideales, solidaridad entre las personas y una cierta conciencia de pueblo o
sentido de pertenencia al lugar donde se vivía. Una sociedad también polarizada
por la guerra fría y la división entre americanos y soviéticos, la iglesia no
escapó a ese fenómeno, existiendo persecución a los teólogos de la liberación y
sacerdotes con una tendencia de izquierdas, mientras se avalaba a los
movimientos ultra conservadores como Legionarios de Cristo u Opus dei. La
iglesia chilena por medio del cardenal Silva Henríquez, mantuvo su compromiso social
y con los derechos humanos, a pesar de las presiones desde el vaticano y de
sacerdotes ultra conservadores al interior del país.
Pero con el fin de la dictadura pareciera que aquella épica
con la que se trabajaba se esfumó, como si el único fin era derrotar al
dictador. Gran parte de la iglesia de la transición realizó un giro hacia el
interior, se encerró en lo sacramental, en una sociedad neoliberal no era bien
visto ser sacerdote obrero o tener una opción por los pobres, aquellos ideales
era de los sesenta y había que actualizarse. El neoconservadurismo se fue
abriendo camino en los seminarios, formando sacerdotes cuyo trabajo principal
era el pastoral, la entrega de sacramentos y el acompañamiento espiritual. Lo
social de la iglesia era entregar comida y alimentos solamente, pero no
trabajar a la par con las personas, no tener un proyecto de iglesia en
conjunto, como decía el padre Agustín Cabré “los pobres vienen a recibir ayuda con nosotros, pero a la hora de los
espiritual se van con los evangélicos”.
La iglesia se aburguesó, se encerró en sus templos y dejó de
ser comunidad. Es un grupo de personas que alaba al mismo dios y al momento de
la paz se dan la mano, pero no existe iglesia en su sentido primario. Los
pobres están para dar caridad, como una nueva forma de pagar indulgencias, pero
no se sienten parte de ella. La iglesia popular y las representaciones y
manifestaciones que vienen del bajo pueblo no son vistas con buenos ojos. Los
teólogos y expertos en “dios” ven reticencia aquellas paganas expresiones de
religiosidad, prefiriendo las impersonales y recatadas misas realizadas en
templos de mármol del barrio alto. Pero el ejemplo del padre Pierre estará
presente en su población, en su pueblo, en aquellos creyentes o no que fueron
testigos de su consecuencia y amor por el prójimo. Es difícil mantener una
iglesia popular, sobre todo en una sociedad de consumo y desintegrada. Pero
mientras existan comunidades cristianas de base, grupos de voluntariado,
religiosas trabajando en poblaciones, sacerdotes y seminaristas apoyando a los
estudiantes, mientras existan cristianos como Cristo, el padre Pierre vivirá en
aquellas acciones.
Buen viaje