Se vienen las fiestas patrias en Chile y con ella un sinfín de ritos heredados por años de tradición; elevar volantín, colocar la banderita afuera de la casa, bailar cueca por tres noches, quedar en coma etílico y realizar su buen asado.

El asado es el rito primordial de unión de la comunidad, en los comerciales de cervezas y licores vemos siempre que se toma el copete alrededor del asado, ese momento en el que se comparte comida y experiencias de vida. Si vamos vas allá, este acto se asemeja a la reunión en torno al fuego de los cavernícolas, que comían carne capturada con sus propias manos. No soy antropólogo ni nada por el estilo, pero me aventuro a plantear que el asado saca nuestro neandertal reprimido, el hombre es el que se planta frente a la parrilla a cocinar la carne, el guatón parrillero vendría a ser el “pater familia” de la tribu, mientras que la mujer es la recolectora de verduras que hace las ensaladas y prepara el copete, realiza las compras, luego lava los platos, cuida los niños, sirve el postre y el bajativo, etc….
Como no cazamos los animales con nuestras propias manos (no por lo menos en nuestra cultura) la virilidad se demuestra a través de cuanta carne es capaz de echarse en la parrilla. El cromañón rubio de ojos claros de partida no va a cocinar su asado en el patio de su casa con el secador en la mano, va a emigrar a otros países o a algún refugio que posea en algún lugar alejado de la capital, pero los demás, van a comprar grandes cantidades de carne incluidos sus interiores y derivados como chorizos y demases, siendo el pobre moreno el cavernícola menos viril que solo provee de trutritos de pollos a su clan.
Así es como funcionan estos ritos cavernicolescos, donde entre la carne y los tragos de mas (generalmente alcohol de alto grado etílico) nos bajan los instintos primarios y tratamos de arrebatarle la hembra al compañero de clan, formándose peleas y discusiones, cosas que no me imagino suceda en una junta en torno a sushi y vino blanco. Espero que entre la cueca, la cumbia, la chicha y la carne recuerden que por mucho de que nos jactamos de la política, el arte, la penicilina, los ipod y las zapatillas con luces, no somos más que cavernícolas reprimidos, animales un “poco” más evolucionados que el resto, aunque existan excepciones por doquier.
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