12 de septiembre de 2011

El rito del asado

Se vienen las fiestas patrias en Chile y con ella un sinfín de ritos heredados por años de tradición; elevar volantín, colocar la banderita afuera de la casa, bailar cueca por tres noches, quedar en coma etílico y realizar su buen asado.

El año pasado nuestro país registró una cifra histórica en el consumo de carne, esos datos se pueden confirmar al notar que  en cada celebración “importante” de la sociedad chilena se realiza un asado; para los cumpleaños, para los aniversarios, cuando juega la “roja”, para los bautizos, los matrimonios o en cualquier reunión que tenga como pretexto juntarse a beber un rato. 

El asado es el rito primordial de unión de la comunidad, en los comerciales de cervezas y licores vemos siempre que se toma el copete alrededor del asado, ese momento en el que se comparte comida y experiencias de vida. Si vamos vas allá, este acto se asemeja a la reunión en torno al fuego de los cavernícolas, que comían carne capturada con sus propias manos. No soy antropólogo ni nada por el estilo, pero me aventuro a plantear que el asado saca nuestro neandertal reprimido, el hombre es el que se planta frente a la parrilla a cocinar la carne, el guatón parrillero vendría a ser el “pater familia” de la tribu, mientras que la mujer es la recolectora de verduras que hace las ensaladas y prepara el copete, realiza las compras, luego lava los platos, cuida los niños, sirve el postre y el bajativo, etc….

Como no cazamos los animales con nuestras propias manos (no por lo menos en nuestra cultura) la virilidad se demuestra a través de cuanta carne es capaz de echarse en la parrilla. El cromañón rubio de ojos claros de partida no va a cocinar su asado en el patio de su casa con el secador en la mano,  va a emigrar a otros países o a algún refugio que posea en algún lugar alejado de la capital, pero los demás, van a comprar grandes cantidades de carne incluidos sus interiores y derivados como chorizos  y demases, siendo el pobre moreno el cavernícola menos viril que solo provee de trutritos de pollos a su clan. 

Así es como funcionan estos ritos cavernicolescos, donde entre la carne y los tragos de mas (generalmente alcohol de alto grado etílico) nos bajan los instintos primarios y tratamos de arrebatarle la hembra al compañero de clan, formándose peleas y discusiones, cosas que no me imagino suceda en una junta en torno a sushi y vino blanco. Espero que entre la cueca, la cumbia, la chicha y la carne recuerden que por mucho de que nos jactamos de la política, el arte, la penicilina, los ipod y las zapatillas con luces, no somos más que cavernícolas reprimidos, animales un “poco” más evolucionados que el resto, aunque existan excepciones por doquier. 

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